domingo, 26 de marzo de 2017

ROMA ( y II )

No sabía que título poner, así que con este me vale.
Ahora ya, escribiendo a día de hoy domingo 26 de marzo, he podido aprovechar el fin de semana ya que se han unido varias cosas:por un lado estoy malo, he estado con fiebre y esas cosas de la primavera y por otro lado con un tiempo de perros, sólo hemos salido a despedir a la madre de María José, que descanse en paz.
Como decía, he aprovechado para ponerme al día en una de mis investigaciones, concretamente la que estoy llevando acerca de la crucifixión y muerte, entierro y resurrección de Nuestro Señor, de la que sólo he avanzado en lo relativo a la cruz. Es apasionante como se van abriendo a cada paso que das nuevas derivaciones laterales, la ingente cantidad de información que existe, la que no existe y tienes que solicitar y esperar que te la manden o no, el buceo en libros, documentos, revistas, etc..., pero le he dado un buen empujón.
Y esto me lleva a reflexionar sobre nuestro viaje a Roma. La cantidad de vivencias que me he traido ha sido impresionante y sobre todo una de ellas que probablemente sea la que más me ha llenado.
Mi familia pertenece casi en su totalidad a la Hermandad de Los Servitas de Sevilla y una de las visitas que programamos fué visitar en Roma la Iglesia y el Convento de San Marcello in Corso, casa origen de la Orden de los Siervos de María.
Allí nos recibió Fra Franco Azalli, con quién ya habia mantenido contactos por email. Una persona encantadora, que aparte de que nos lo enseño prácticamente todo lo relativo a la orden en San Marcello, nos guió a Santa María in Via, la otra iglesia de la orden en Roma y fue el mejor cicerone que nadie pudiese haber elegido. ¡¡¡ incluso tuve un incunable en mis manos !!!.
Pero lo que hizo especial esta visita, fué la calidad humana de este hombre, la felicidad que transmitía y la huella tan honda que nos ha dejado, sobre todo a mí.
Y esto me lleva a pensar que he dado otro pasito.
Tengo la sensación que desde hace bastantes años he iniciado un camino. Un camino que empezó hace años en Compostela, delante de la tumba del Apóstol Santiago. Un camino que incluso yo diría que se ha ido ensayando todos los años de peregrinación al Rocío a ver a la Virgen. Un camino que ya me ha llevado, como si fueran las etapas marcadas en una ruta que parece ser la que me ha tocado seguir, al Rocío, a Santiago de Compostela, a Coria de Cáceres, a Valencia, a Turín, a Chambery, a Avignon y ahora a Roma.
Este camino parece vislumbrar un destino final necesario y obligatorio, pero a cada paso surgen nuevos desvíos que tienen toda la pinta de que se van a convertir en nuevas etapas: Liébana, Caspe, Barcelona y seguro que muchísimas más que se plantearán antes de pensar en llegar a la etapa final.
¿El objetivo? El mío, y por primera vez en mi vida, cada vez lo voy teniendo un poco más claro. Creo que me falta dar un paso para el cual aún no me considero preparado, pero que tendrá que llegar. Tiempo al tiempo. Si hay otro objetivo, aún no me ha sido revelado.

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