martes, 21 de abril de 2020

VIENEN NUBARRONES CADA VEZ MAS NEGROS


Buenas tardes. Hoy hace ya 38 días de confinamiento. Afortunadamente, o no, nadie se ha contagiado en casa de momento. Digo o no, porque parece que los que se contagian y sobreviven al virus están inmunizados para esta cepa del virus. Pero pensándolo bien, mejor que no.
                La cifra de fallecidos ya es enorme, casi mejor olvidarse, porque corremos el riesgo de pensar sólo en cifras en vez de personas, como ya está ocurriendo en algunos medios que escucho y leo.
                Nosotros en casa seguimos llevándolo como podemos, con salidas esporádicas a comprar y a visitar a nuestros mayores, mucho wasa y mucha videollamada, lectura, juegos, series, ejercicio y haciendo lo que se pueda para preparar la vuelta al trabajo cuando esto termine. Si termina y si existe el trabajo todavía, que creo que, para mí, no.
                Ahora que ya se está normalizando la situación, se vislumbran esas cosas que nos callan y nos ocultan, pero que todos vemos que están ahí. Ya han empezado las quejas por la situación de alarma. ¿pero que todavía no se ha dado cuenta la gente que esto no es alarma, que es más? En la Constitución, art.55 y art.116. estamos en pleno estado de excepción, donde ya hay libertades fundamentales comprometidas, algunas desde el principio. ¿alguien protesta en el gobierno, en las autonomías, en los ayuntamientos? Esto huele muy mal, el Emperador lo sabe y no hace nada, aparte de ponerle el culo a los soviets, a los proetarras y a los independentistas. Ahora la queja es de la manipulación de la policía y la guardia civil. ¿nadie se lo esperaba? Yo de este me lo espero todo, no le importa nada, solo quiere ser el centro del foco, lo demás se la trae al pairo.
                Nadie sabe cuándo será el fin del confinamiento, por mucho que digan y se diga. La gente ya está empezando a exigir cosas y me temo que estos inútiles van a transigir con algunas de ellas, aunque a todas luces sean contraproducentes. La primera, la semana pasada, abrir la mano sin claridad y sin pensar. La segunda, pasar por el aro aprovechando la coyuntura esas cosas que hace tres meses eran impensables: la supresión de la ley de transparencia, el crear un pago vitalicio para “vulnerables” (que a lo mejor me va a venir hasta bien, porque si me dan una paga pa toa la vida, hasta que me jubile, sin trabajar, ¿quién va a querer trabajar? Aquí sabemos mucho de eso. Es la manera más fácil de comprar votos. Al menos, los trabajadores sociales van a tener trabajo.
                Y el horizonte de la crisis económica cada vez más cerca. En Portugal y en Italia, los bares y restaurantes y el ocio, cerrados hasta mediados de Julio. El verano al carajo, con la chusma que tenemos y que son los que tienen que solucionar esto, en agosto, 7 millones de parados.
                No sé cómo vamos a salir de esta. Porque ya pasó en la última crisis, se creará una fractura social que va a ser brutal. Abajo los que ya no pueden trabajar, como yo, los que no pueden buscar trabajo, los que han cerrado sus tiendas, sus bares, sus negocios. Porque somos los pobres de ahora. Por encima estarán los que se acojan a la sopa boba, que me temo que serán los mismos de siempre. Más arriba los funcionarios, a estos no se les puede toser, tienen un puesto asegurado. Arriba los que tengan la fortuna de tener una empresa que siga funcionando o un trabajo que les permita vivir bien. Y ya más arriba, lo de siempre. A estos el virus les importa un comino, viven por el euro.
                Esto es lo que hoy por hoy estoy vislumbrando. Ojalá me equivoque.

martes, 14 de abril de 2020

UN MES Y UN DIA


Buenas tardes. Hoy hace un mes y un día que estamos confinados. La verdad es que creo que todos debemos hacer una profunda reflexión de lo que nos ha pasado, cómo ha pasado y que parece que va a pasar.
                Lo que ha pasado, lamentablemente, que en esta España del siglo XXI y cuarto casi, moderna, progresista, súper democrática, y todas esas cosas, hay ya más de 18.000 personas que han fallecido. Increíble. El 11 M murieron en Madrid casi 200 personas y fue una tragedia.  El 11 S en Nueva York, murieron más de 2.000 personas y fue una tragedia. ETA ha asesinado en España a más de 2.000 personas y entre otras cosas es otra tragedia. Lo del COVID 19 en España, no es una tragedia, es un castigo bíblico. La tasa de fallecidos es del 10% de los casos contagiados positivos. Uno de cada diez. Sin contar las personas que han muerto en las residencias de ancianos y no están contadas en muchos casos. Aunque, claro, como los positivos son sólo aquellos que se le hace el test, los que no se le han hecho y lo han pasado en casa no se cuentan. Yo digo que más de 6 millones de personas en España, y creo que al final se sabrá. Y espero que este dato no sea usado por ninguna basura política para bajar la tasa de mortalidad.
Lo que ha pasado, es que hemos tenido la constatación de lo que muchos ya denunciamos desde siempre: tenemos a unos inútiles de políticos, que sólo están para vivir como los nuevos ricos, la nueva nobleza y al que el resto del mundo le importa un carajo. Un mundo de mierda y miseria moral que se retroalimenta por sí mismo para justificar y justificarse por su existencia. Que, para tomar decisiones, gestionar, en definitiva, gobernar, hay que estar preparados, tener conciencia y sobre todo saber y tener claro para que estás ahí. Por eso toda esta chusma debe desaparecer de la faz de la Tierra con el rabo entre las piernas y que no se les vuelva a ver nunca su puta cara.
Lo que ha pasado es que somos la gente normal y corriente los que al final salvamos esto, muriendo como siempre, trabajando hasta la extenuación, sin medios, sin incentivos, sin saberse respaldados por arriba en la mayoría de los casos, sólo por vergüenza torera, por competencia y capacitación a costa de nuestro esfuerzo, por voluntad propia, por echarle cojones a la vida cuando ya no se puede hacer otra cosa, por admitir la derrota del confinamiento y aceptarla y llevarla adelante con una disposición y una voluntad titánica. Lo que ha pasado es que los sanitarios, los transportistas, los cuidadores, los dependientes, los repartidores, los de la radio, los policías, los militares, los farmacéuticos y la inmensa mayoría de la gente han sacado todo lo bueno que tiene y que es mucho, para vergüenza y escarnio de las inmundicias políticas y de los que hablan con la voz de su amo y que presumían de tenerlo todo controlado.
Lo que ha pasado es que también está la otra cara de la moneda, somos españoles, todavía hoy hay muchísima gente que baja a comprar sin guantes, sin mascarillas, se pasa por el arco del triunfo el confinamiento, las normas y hace lo que le parece. Serán hijos de puta. Y encima te miran altaneros si tu sólo bajas a por pan o a ver si tus padres necesitan algo para que ellos no bajen.
¿cómo ha pasado? Pues ha pasado. ¿Cómo frenas una inundación teniendo sólo una ramita? Porque es lo que hemos tenido: falta de previsión, poca visión de futuro, poca capacidad, desinformación, mentiras, improvisación, descoordinación, inoperancia, y mucha mala leche y mucha bajeza moral. Porque hay que ser muy hijo de puta para convocar y alentar la asistencia a manifestaciones, sabiendo lo que tenemos y llevando a tu madre, a tu mujer, a tu pareja, viendo lo que hay en Italia y condenando a muerte a muchas personas. O convocar mítines o a todas estas cosas que llevamos viendo desde enero. ¿Qué cómo ha pasado? Pues porque esto es España.
Lo que parece que va a pasar, creo que ni el más pesimista lo ve claro. ¿Cómo haces que empiecen a trabajar algunos, sin que haya pruebas en muchísimos sitios para ver si están contagiados o no, improvisando según te venga en gana y en los sitios que te venga en gana? ¿cómo hay en una obra almorzando siete personas sin ninguna protección y sin saber si sí o si no? Si me preguntas a mí, diría que, dentro de tres semanas, otro repunte de infecciones.
El resto de lo que va a pasar, pues está claro. Quién no quiera verlo es porque es muy torpe o muy miserable. Yo ya estoy muerto y por eso lo distingo con claridad. Lo que no sé si cuando en el mes de agosto sin turistas, sin trabajo, con 6 millones de parados, sin autónomos, sin dinero, sin playa, sin vacaciones, la gente empezará a darse cuenta de lo que se nos ha venido encima.
Me parece a mí que este blog va a estar hablando del virus y sus efectos durante un rato muy largo.
Lo que desde luego no voy a consentir, ni voy a ser cómplice, es a caer en el olvido de todas las cosas que esta gentuza ha hecho, está haciendo y va a hacer. No pienso callarme ni una, ni por supuesto permitir que se mire para otro lado o se mienta. Porque eso es lo que los putos políticos están empezando a hacer ya y algunos no han dejado de hacerlo.
En fin…

sábado, 11 de abril de 2020

DIA 28


Buenos días. Hoy es Sábado Santo. Desde hace tantos años, la misma rutina: unas veces interrumpida por la lluvia, otras por las obligaciones, alguna por enfermedad y nunca por desearlo.
Al principio con mis hijos pequeños de niños, luego sólo con el chico, muy tempranito a aparcar por San Román o por ahí y a visitar la Trinidad. Cuando ya el Sol empezó a salir en carrera oficial, primero al Tiro de Línea, a las 9 ya estábamos allí. Luego al centro y después a ver la Trinidad y darle la vuelta al paso de la Virgen de la Esperanza. Allí hemos visto la primera vez que la Policía Local montó guardia después de nombrarla su patrona. Después al Trini ó a Los Terceros o a La Giganta a desayunar.
Ya más tranquilos, a ver el Santo Entierro. Y como cada año, al cruzar la puerta de madera de San Gregorio, un salto hacia atrás en el tiempo, y ahora el niño de la mano de su padre soy yo, el que ve a los soldados romanos cambiar la guardia dando con la lanza en el suelo el que los manda, a la Canina sentada en la bola con la guadaña, al Señor muerto en la urna; tan sólo; y al paso con la Virgen y su familia.
Y a la salida preguntarle a mi padre como todos los años, ¿Qué son esos guantes, y los dados, y los clavos y el martillo? Aunque en verdad el que contesta soy yo.
A la salida, tiramos para San Lorenzo. Algunos años nos hemos reunido con mi mujer y mi otro hijo aquí y hemos ido juntos a ver La Soledad. Allí vemos también los pasos del Dulce Nombre, con la imagen imborrable de las lágrimas de cera de la candelería del palio. Y después a rezarle al Señor.
Y después de visitar a las del día, vamos para la Hermandad. Allí entramos y vemos los pasos magníficos, sobrios y elegantes como ninguno. La Piedad, el dolor más inimaginable que se puede concebir en una madre con un hijo muerto en sus brazos, que riega misericordia con su brazo a quién se encomienda a su Providencia. La Soledad, que sin embargo nos transmite una calma y una dulzura inimaginables, derramando lágrimas de vida.
Y luego en la salida, la alegría de ver a mis padres, a mis hermanos, a mis sobrinos, a otros hermanos de la cofradía.
Y comer todos en el Rubio, alguna tapita, una copa con mi compadre Ángel, con mi compadre José Manuel, con mi cuñao, con otros costaleros, capataces, nazarenos, músicos.
Hasta que llega la hora de subir a casa de Mari a vestirnos. Ayudando a mi hijo, a mi padre, a mi prima, a mi sobrina, a mi sobrino, a mí mismo, los años que he salido de nazareno. Luego a llevar a los niños de acólitos a la iglesia, donde ya está Ángela.
Así cada año, cada vez menos acólitos y más nazarenos. Aunque ahora cada vez más, menos. Los niños crecen y a algunos ya no les gusta o le gustan más otras cosas. Porque eso es lo que tiene la tradición.
Es la tradición la que nos hace salir de nazareno, de costalero, de acólito, en una cofradía. Igual que es la tradición la que nos hace de nuestro equipo. Luego cuando crecemos adquirimos nuestras devociones por nuestras propias convicciones. Que no tienen por qué ser distintas de nuestras tradiciones.
Yo les diría a los que ya no quieren, niños y no tan niños, que es la tradición la que nos mantiene unidos, la que nos hace compartir, la que nos da alegrías, la que nos hace sentirnos como parte de un todo mayor que a la vez también es nuestro, la que nos continúa a través del tiempo, la que hace después que mi razón la convierta en devoción y luego otra vez en tradición, para que se perpetúe, la que siempre mantiene el hilo del recuerdo en un continuo  ir hacia detrás y hacia delante, cada vez más largo y más fuerte. Si a pesar de todo eso ya no, al menos a los que sí, respeto y apoyo.
Hace dos años esto ha cambiado un poco, ayudo a la cofradía por fuera durante el recorrido y en la capilla. Con otras vivencias nuevas, otras emociones y otros sentimientos.
Ya no puedo ir a ver las del día, ni al Señor, ni hacer tantas otras cosas, pero por elegir otras obligaciones libremente, que igualmente irán llenando el cajón y me permitirán hacer cosas nuevas.
Hasta este año, donde un virus maldito lo ha roto todo de cuajo. Ya está todo consumado. Y, sin embargo, la tradición es la que ya le ha dado la vida para el año que viene, la que permite que nuestra Semana Santa siga estando presente y la que hará Santos muchos otros Sábados.
Hoy estoy sobre todo con todos los hermanos de mi cofradía, con los que han perdido a alguien, con los que están en los hospitales o en sus casas, que maldecirán lo más grande, ¿cómo se le puede decir a nadie que todo ocurre según Su voluntad? Pues para mí, el truco para seguir adelante cuando todo está perdido, cuando la desesperanza me invade, cuando no veo luz delante, sabéis cual es:
Amén.